Hoy es Nochebuena del fatídico año 2020 y he conseguido venir a pasar estos días con mis padres y salir de las rutinas de Barcelona.
No me encuentro muy bien, creo que aún siento los efectos depresivos de la falta de hormonas o del chute de hormonas que dejé de tomar hace un mes.
Ahora mismo estoy esperando una consulta con un experto en menopausia que pueda recomendarme otro tratamiento hormonal que no tenga los efectos secundarios que tanto Progyluton como Climen me han provocado.
Es difícil hacerse a la idea de la gravedad si no lo has vivido, pero cuando me han dado estas dos pastillas (primero probé una y luego la otra), en cuanto empiezo la segunda mitad del ciclo cuyo compuesto sería como ‘progesterona’ para entendernos, siento unas crisis depresivas muy intensas que me hacen poner mi mundo patas arriba, pasar días enteros apática o cambios de humor radicales que afectan muchísimo mi vida de pareja.
El desconocimiento médico sobre los efectos de estos tratamientos hacen que las mujeres estemos obligadas a hacer ensayos en vivo a prueba y error para ver qué tratamiento es el más adecuado para nosotras y nuestra química corporal única.
Los días que me despierto “cruzada” , no hay nada que pueda mejorar el día. No soy capaz de disfrutar ni obtener placer. Ni viendo a mis amigos de toda la vida ,a los que paso meses y meses sin ver, consigo emocionarme , tener ese impulso de celebración y de entusiasmo.
Pero decido respetar mis emociones y dejarme fluir. No sentirme también mal pensando cómo me debería sentir.
Soy mi propia enemiga con todos los “debería” que pongo en mi vida.
Siento que estar tantos meses sin terapia hormonal , me ha desajustado el cuerpo completamente. Me asusta sentirme así y en cuanto vuelva de vacaciones a Barcelona voy a pedir cita al psiquiatra.
La terapia psicológica no es siempre suficiente. En este caso siento que es algo químico, que no depende de emociones o de cosas que me hayan pasado. Simplemente es como si en el cerebro algo se hubiera roto. La capacidad de disfrutar, el pensar positivo.
Es en estos días que me planteo si quiero ser madre. No lo sé. No lo tengo claro. Quiero huir de todo lo que me hace daño y esto ahora me lo hace. Días atrás sentí presión , como si mi pareja tuviera ya prisa y quisiera empezar con ovodonación cuanto antes. Lo hablamos, le dije que sentir presión me hacía sentir que no me quería con mis circunstancias, me dijo que no me presionaría nunca, que éramos una familia de dos.
Quizás algún día de tres o cuatro, pero la base éramos dos y con eso ya éramos un todo.
Cuando estoy en estos días malos, interpreto cualquier cosa de forma negativa. Me cierro, me pongo a la defensiva.
Es necesario que me dé cuenta de que esto no es normal y hay que parar y tomar decisiones para corregirlo, para sanar.
Cuánto somos capaces de aguantar las mujeres en estos casos en que la infertilidad y los temas hormonales nos golpean. Hacer como si siempre podemos ganar la batalla, aguantar un poco más, probar un ciclo más, un negativo más, recibir un nuevo sopapo.
Esta navidad es diferente, porque no estoy bien y por algo más importante, porque he decidido que quiero estarlo.
Que lo más importante ahora mismo no es si tengo hijos ahora o en dos años o nunca. Si no que lo más importante soy yo y mi salud. Si no estoy bien no importa ninguno de los planes, no importa un futuro si no tengo capacidad de disfrutarlo.
Sanar, ponerme a mí como lo primero, encontrar ayuda médica y volver a disfrutar las pequeñas cosas.
Quizás las navidades más importantes de mi vida si me sirven para dar el primer paso hacia la felicidad perdida.