Hoy me he levantado muy triste , pesimista y con ganas de hacerme una bola en el sofá y no levantarme hasta mañana.
Es el día 9 de la betaespera. Los días se han hecho largos, y cada día he vuelto a buscar en google cosas que no debería para adivinar qué es lo que está pasando dentro de mí en base a lo que otros miles de mujeres con igual desesperación han experimentado.
En el fondo nunca me han gustado del todo los foros, he tenido un poco de prejuicios con ellos, por la forma ñoña en que se habla de maternidad, por la forma en que se habla de los fallos y de la regla. (Cada vez que leo alguien llamar a la regla “la guarri”, se me mueren 1000 neuronas).
Aún así sigo recurriendo a ellos para leer si justo eso que yo noto, es indicativo de un futuro positivo o no. Ser parte de ese grupo al borde de un ataque de nervios, me ha hecho ser más benevolente en mis juicios y si al final, nos sentimos mejor y más acompañados en este viaje, bienvenido sea! (aunque… lo de “la guarri” , “la indeseable”, etc. me sigue dejando k.o.)
La betaespera es un tiempo complicado y sobre todo variable. He pasado los dos primeros días ilusionada y positiva, del tercero al sexto nerviosa, insomne y obsesionada con internet y con cada mínimo síntoma en el cuerpo, del séptimo al octavo alcancé una calma bastante llevadera y hoy, al noveno día , me ha llegado el desánimo y la tristeza más profunda.
Sé que todo va y viene, que cada día las emociones cambian y que me queda poco para salir de dudas y poder determinar el siguiente paso.
El día seis tuve la idea brillante de hacerme un test de embarazo que tenía por casa (de esos que regalan con los test de ovulación para que nos den esperanzas). Un test poco sensible y una fecha demasiado temprana…. fue un negativo cantado. Creo que esto me hizo sentirme un poco ridícula y relajarme un poco los días siguientes.
Pero hoy estoy revuelta, me he despertado triste y desilusionada. Ahora que estoy tan cerca de saber qué ha pasado de verdad, me viene el bajón.
Creo que me estoy adelantando a la aceptación del fracaso (aunque mi cabeza me diga que no debería pensar en eso aún). He decidido hacerme un test de embarazo mañana por la mañana, eso sí, esta vez de esos ultrasensibles (ya he aprendido la lección). El domingo viene a casa una amiga a la que hace años que no veo, y prefiero tener un poco de tiempo y espacio con mi pareja para asumir y estar juntos cualquiera que sea el desenlace.
Sea como fuere y pase lo que pase, hoy siento cómo que todas las cosas que me han hecho sufrir hasta llegar aquí, han vuelto a doler un poco.
Como que esas piedras que han ido llenando mi mochila y que han hecho que pesara tanto, están latentes ante el inminente desenlace.
La menopausia y aceptarla con todo lo que ello implica ha sido una dura prueba. El sentirme vieja, poco sexy, el sentirme menos válida, menos mujer, culpable por lo que mi pareja pudiera perder por estar conmigo han estado durante años minando mi autoestima y mi forma de quererme. Y cuando no te quieres, te crees que no te mereces cosas buenas.
Para mí, los cambios físicos y los kilos de más han sido siempre lo peor (hasta que he querido ser madre). Sentir que para conseguir adelgazar un kilo tengo que hacer unas restricciones y unos esfuerzos titánicos y muchas veces infructuosos.
Noté como en los 15 meses que dejé de tomar pastis (terapia hormonal sustitutiva) engordé 10kg. Y por supuesto, 10 kilos distribuidos como la menopausia manda, es decir, que tengo el mismo cuerpo que las señoras con barrigota redonda que se ven en las playas.
Una distribución de la lorza muy injusta y punto!
Hoy me vienen a la cabeza algunos de estos sentimientos de fracaso, de no ser capaz, pero debido a los miles de euros invertidos en psicólogos en los últimos años, espero tener herramientas para afrontar un negativo como un palo, pero no como un fracaso o incapacidad mío propio.
Otro de mis grandes lastres ha sido el duelo genético. El aceptar que no puedo tener hijos con mis propios óvulos y la opción que tengo es ovodonación. Hoy que lo veo todo negro, me viene a la cabeza todo lo que he sentido estos dos últimos años antes de dar el paso y empezar este tratamiento. La de veces que lloraba porque me parecía un dolor tan grande… una situación tan injusta…. y además, que por más que yo hiciera, no podía cambiar nada.
Desde enero de 2019, tuve la suerte de participar en una investigación médica (ensayo clínico) en el Hospital Clinic de Barcelona.
Habían conseguido mediante una técnica quirúrgica, que mujeres con menopausia precoz, pudieran volver a ovular. El procedimiento médico requería una cirugía ovárica por laparoscopia y después, se intentaban dos ciclos de estimulación ovárica para intentar recuperar óvulos.
Nunca me podría arrepentir de haber participado, porque me siento una afortunada de haberme enterado y haber podido agotar hasta las opciones más experimentales para intentar ser madre.
En mi caso, nunca pude recuperar ningún óvulo. Tras las dos estimulaciones ováricas, no consiguieron ningún folículo, nada de nada.
Después me recomendaron , probar a dejar la medicación hormonal y esperar a ver si mi cuerpo respondía de alguna manera. Y inesperadamente pasó. Medio año después de la operación comencé a notar mil síntomas de hormonas locas y pudieron ver actividad ovárica.
Considero que ese momento fue el que marcó el principio de la etapa más dolorosa de mi duelo genético. Desde joven , diagnosticada con menopausia precoz, siempre había sido la ovodonación mi única opción.
Pero en ese momento, había una posibilidad remota pero existente de que pudiera tener hijos de mis óvulos.
Un año duro, de probabilidades case remotas, análisis de sangre para medir el estradiol , óvulos casi pillados a tiempo, punciones foliculares en blanco y sobre todo de no saber cuándo parar, cuando tocar con los pies en la tierra y decir basta. Dejar marchar esa posibilidad y aceptar que seré madre de otra forma.
Qué difícil fue poner fin a ese sufrimiento al que voluntariamente me sometía porque era, sí que sí, lo único que yo podía intentar.
Pero en el camino, me perdí a mi misma y mi salud.
Fueron meses de estrés super intenso personal y laboral y muy influidos por la falta de terapia hormonal. Poco a poco cada vez estaba más triste, días más apáticos, ilusión cero por las cosas , replantearme la opción de no ser nunca madre y meses duros en pareja por todo el desgaste y porque me molestaba que mi chico tuviera tan claro que la solución de todos nuestros problemas era ir a ovodonación cuando yo aún no estaba preparada para ello.
Todo esto fue lo que me acabó llevando entre otras cosas a caer en una depresión, que ha sido, sin lugar a dudas la piedra más pesada de mis últimos meses. Hoy, que me siento inestable y no soy capaz de ilusionarme, me acuerdo de esos días. Espero poder seguir todo el tiempo que requiera este proceso sin medicación , sin tomar antidepresivos, y así considerar esa etapa cerrada.
Pero hoy me vienen a la cabeza mis pesadas losas, mis últimos dos años, que creo que han pesado como si fueran 10. Ojalá me sintiera una treintañera de nuevo.
Creo que acabaré haciéndome un test hoy porque estoy muy rara, y quizás sea el revulsivo que necesito para seguir así con motivo o más tranquila y a esperar la beta con algo de esperanza.